No piense que me equivoqué de año. Me refiero al 2017, ese hijo del tiempo que nacerá dentro de 11 meses y casi tres semanas, y no al 2016, que apenas gatea.
Sí, pienso en el 2017. Me preocupa e inquieta pues me temo que el próximo sábado 1° de enero encuentre a nuestro país si no sumido, sí a las puertas de una aguda crisis económica.
Y es que hay nubarrones en el horizonte, tanto internos como externos…
En el ámbito internacional, el principal desasosiego lo provoca, hoy día, el hecho de que la economía china inicia el 2016 con los cinturones abrochados debido a la turbulencia bursátil que comenzó a mediados del 2015.
La comunidad financiera internacional está preocupada por las cifras de crecimiento de la segunda economía más grande del planeta y su posible efecto en los mercados internacionales.
De hecho, la más reciente caída de las bolsas chinas —de esta semana— sacudió una vez más a Wall Street (el Dow Jones, índice industrial, y el Nasdaq, en el que cotizan las principales firmas tecnológicas) y las bolsas de Fráncfort, Londres, París y Madrid.
De acuerdo con analistas de la economía mundial, estas caídas podrían no llegar a ser tan críticas como las de la crisis financiera internacional del 2008, pero sí ven condiciones para un descenso fuerte precisamente en un año que ha sido señalado como esperanzador en materia de recuperación económica tanto en la Unión Europea como en los Estados Unidos.
Dejando de lado la economía de China, recordemos que en diciembre pasado la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) incrementó en 0,25 puntos porcentuales la tasa de interés de referencia, lo que significa un encarecimiento de los nuevos recursos que Costa Rica procure para cubrir el faltante fiscal, el cual el Banco Central estimó esta semana en un 6,2% del PIB para el presente año y un 7% en el 2017.
Tiene razón el presidente ejecutivo del Banco Central de Costa Rica, Olivier Castro, al abogar por una pronta solución del déficit fiscal pues el país no puede seguir financiando ese hueco a través de deuda.
Ante este panorama no deberíamos sorprendernos si uno de estos días alguna agencia de calificación de deuda (Moody’s o Fitch Ratings) le den un duro golpe al nivel de riesgo crediticio de nuestro país.
Lo preocupante, lo que inquieta, es que mientras todo esto pasa nuestros políticos ven los toros desde la barrera. El Gobierno, con vocación de gasto, no sorprende con un recorte en serio de egresos ni lidera como se debe el trámite de los proyectos tributarios que ha enviado al Congreso. Los diputados, por su parte, como la orquesta del Titanic: tomando champaña e interpretando música de violines. Sí, no veo a ninguno de estos bandos reaccionando con seriedad y responsabilidad ante los múltiples nubarrones internos y externos.
El tema es recurrente, lo sé, pero hay que seguir insistiendo.
No piense que quiero ser alarmista. Es que me preocupa, inquieta y desasosiega la posibilidad de que ese hijo del tiempo que nacerá dentro de 11 meses y casi tres semanas encuentre a Costa Rica si no sumida, sí a las puertas de una aguda crisis económica.
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