En la pasada edición de este semanario se publicó un artículo titulado “Costa Rica pierde el ritmo en IED respecto de sus vecinos”, en donde se realiza una comparación del crecimiento de los flujos de inversión extranjera directa (IED) en América Central desde el 2001 al 2016.
Sin embargo, al tomar en cuenta el tipo de inversión atraída por Costa Rica con respecto a la de esos países, la comparación no resulta adecuada.
¿Por qué? Costa Rica se ha ganado un nombre en el ámbito internacional como un destino estratégico para inversiones tipo greenfield (proyectos nuevos) de media y alta tecnología, tanto en el sector de servicios corporativos y digitales, como en el de manufactura tecnológica.
Las inversiones del sector servicios, si bien no registran grandes montos de capital, como las de manufactura, son mucho más intensivas en generación de empleo de calidad, exportaciones de alto valor agregado, cantidad de proyectos de inversión y mejoras sustantivas en la productividad laboral del país.
Solo en el 2017, de los 40 proyectos de inversión anunciados por Cinde más de la mitad pertenecieron a este sector, el cual ya genera 61.595 puestos de trabajo en Costa Rica. Esto representa una variación del 10,6 % si comparamos la cifra acumulada al 2016.
Por lo anterior, al medir la IED como porcentaje del PIB, los resultados excluyen otras variables de mayor interés para Costa Rica, como lo es: el tipo de empleo generado, las ganancias en productividad, los encadenamientos productivos, la transferencia tecnológica y la movilidad laboral hacia el mercado local.
Precisamente, esa IED ha permitido que Costa Rica hoy se consolide como líder en montos de exportación de servicios relacionados con las tecnologías de información y comunicación (TIC).
Lo mismo ocurre con las exportaciones de dispositivos médicos en donde Costa Rica ya es el segundo exportador de América Latina.
Según datos de Cinde con base al reporte IBM Global Locations 2017, el país es número uno en las Américas y está en el top-10 de destinos globales de IED de alto valor, a la par de países como Irlanda, Dinamarca, Singapur, Hungría, Suecia, Japón y Suiza, entre otros.
Además, nos ubica como número uno en Latinoamérica en la cantidad de empleos generados por la IED por millón de habitantes.
Solo en el 2017, se crearon 13.754 nuevos puestos (+10,5 % en comparación con el 2016), según datos aportados por la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS).
Nuestra cercanía geográfica con el resto de los países centroamericanos induce a la tentación poco efectiva de comparar lo que buscamos como país a través de la inversión extranjera.
Un ejemplo de nuestras diferencias en tipo y calidad de IED lo constituye el producto más exportado hacia el principal socio comercial de la región, Estados Unidos. Las exportaciones de bienes hacia los EE. UU. desde Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, se focalizan en la última década casi exclusivamente en productos de la industria textil.
Por su parte, Costa Rica y Panamá han girado hacia exportaciones de bienes y servicios de mucho mayor valor agregado y ello ha coadyuvado a que la productividad laboral sea muy disímil entre los países de la región.
Datos del Banco Mundial (2018) muestran que en la última década la productividad laboral de Costa Rica creció un 25 % en términos reales, superando en dos y hasta tres veces a nuestros vecinos del norte, alcanzando una cifra de $35.265 por trabajador en el 2017.
Costa Rica exportaba hace una década microprocesadores para computadores y hoy dispositivos médicos al mercado norteamericano, mientras que Panamá se ha movido más a la exportación de servicios logísticos a través de su canal.
Los argumentos planteados nos llevan a la conclusión que no todos los dólares de IED valen lo mismo.